Acrílico sobre tela/ 30 x 40 cm. / vendido JO
José María Eguren cultivaba a la vez la poesía, la acuarela y la fotografía. En algunas ocasiones, premunido de una diminuta maquina de fotos construida por el mismo dentro de una caja de fósforos, salía de su casa de la plazuela de San Francisco y capturaba una flor, una niña, o el aroma de la tarde. Luego volvía a su casa y se entregaba largas horas a revelar el pequeño negativo y ha traspasar la imagen al papel. Cómo él mismo decía, vivía “ cercando el misterio de las palabras y de las cosas que nos rodean " .
La Niña de la Lámpara Azul
En el pasadizo nebuloso cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa, y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa en fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cá
Acrílico sobre tela / 50 x 35 cm / vendido CS Un muchacho de 16 años salía de su casa de la calle Sanchez Carrión todas las mañanas, rumbo al tranvía que lo llevaría al Colegio Alemán. Nadie por entonces sabía que aquel colegial estaba escribiendo la primera novela moderna de nuestra literatura. Nunca olvidaré cómo me impresionó, adolescente todavía, esta línea de La casa de cartón: “Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras”. Hoy la casa donde vivió Martín Adán es ocupada por una discoteca del boulevard, que ha alterado sustantivamente su fachada. Ya ha principiado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va a hendirse en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno, cosa del alma, soplos del mar, garúas de viaje en bote de un muelle a otro, aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado…Ahora hay que ir al colegio con frío en las manos. El desayuno es una bola caliente en el estóm
Acrílico sobre canvas / 45 x 35 cm / vendido PN Juan Parra del Riego ganó los primeros Juegos Florales de Barranco (1913) antes de los 20 años, con trece hermosos sonetos. Luego se convirtió en un adalid del futurismo en el Uruguay escribiendo poemas a la máquina, al ferrocarril y a su motocicleta "que era alegre como el sol". Seguramente recordó al Barranco de su juventud cuando escribió: Zumban los pedales, palpita la llanta y en la traquearteria febril del motor yo siento que hay algo que es como mi ardiente garganta con mi explosionante secreto interior. Y corro…corro…corro… Estocada de mi ruido que atraviesa la ciudad y ensarto avenidas… suspiro una rambla… disloco una esquina y envuelvo en las ruedas la vertiginosa cinta palpitante de las alamedas…