La niña y la lámpara azul
José María Eguren cultivaba a la vez la poesía, la acuarela y la fotografía. En algunas ocasiones, premunido de una diminuta maquina de fotos construida por el mismo dentro de una caja de fósforos, salía de su casa de la plazuela de San Francisco y capturaba una flor, una niña, o el aroma de la tarde. Luego volvía a su casa y se entregaba largas horas a revelar el pequeño negativo y ha traspasar la imagen al papel. Cómo él mismo decía, vivía “cercando el misterio de las palabras y de las cosas que nos rodean".
En el pasadizo nebuloso cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa, y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa en fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cálidos ojos de dulzura y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.
De encantación en un derroche, hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul...