Teseo y el Minotauro (cuadro en proceso)

Acrílico sobre trupán / 170 x 40 cm / 1200 soles

Minos, rey de Creta, llevaba ya muchos años en el gobierno de su isla cuando recibió la terrible noticia de la muerte de su hijo. Había sido asesinado en Atenas. Su rabia no se hizo esperar y prontamente le declaró la guerra a los atenienses.

Egeo, el monarca de Atenas, envió emisarios para buscar la paz con el rey cretense. Minos después de pensarlo bien les exigió catorce jóvenes, siete varones y siete mujeres, que serían enviados a la isla de Creta, para ser arrojados a las fauces de un monstruo maligno con cabeza de toro, llamado el Minotauro. Este necesitaba saciar su hambre y habitaba en un enorme laberinto.

Cuando se enteraron de la condición que ponía Minos, los atenienses se estremecieron. Mientras todos se lamentaban, el hijo del rey, el valiente Teseo, dio un paso adelante y se ofreció como voluntario para luchar contra el Minotauro.

Ni bien puso pies en tierras cretenses, Teseo conoció a la hija mayor de Minos, llamada Ariadna y ambos se enamoraron locamente, tanto que ella decidió ayudarlo a matar a la fiera. Para ello le entregó una espada mágica y un ovillo de hilo que el ateniense debía desenrollar para no perderse al intentar huir del laberinto.

Teseo se ató una de las puntas del ovillo que sostenía Ariadna y comenzó a adentrarse lentamente por los pasillos y las inciertas galerías. De pronto, escuchó unos mugidos ensordecedores. Cuando el monstruo se abalanzó sobre Teseo, éste logró clavarle la espada y darle muerte. El Minotauro se desplomó en el suelo. Teseo lo había vencido.

Antes de que zarpar de regreso a Atenas, Teseo escondió a Ariadna en el barco. Pero la suerte les fue esquiva. Una tormenta los arrojó a una isla y en ella se extravió Ariadna. Los atenienses, continuaron viaje mientras Ariadna, corría hacia la costa y gritaba con todas sus fuerzas, pero la embarcación ya estaba lejos.

Teseo, contrariado y triste por lo ocurrido con Ariadna, olvidó izar triunfalmente las velas blancas al llegar a Atenas. El rey Egeo cuando observó las velas negras pensó que su hijo había muerto. De la tristeza no quiso ya seguir viviendo y se arrojó desde un acantilado al mar. Teseo fue recibido como un héroe y fue proclamado rey de Atenas.

Según Borges, nuestro deber mas hermoso es imaginar que en este mundo hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo y si acaso lo encontramos lo perderemos en un acto de fe, en una cadencia, en un sueño, en aquellas palabras que se llaman filosofía, o sencillamente en un terco momento de felicidad.

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