La casa verde y los centauros de la muerte

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Mi amigo Mario tenía una enorme casa junto al cine Raimondi. A pesar de su deterioro la construcción destacaba entre los ranchos y callejones de la vecindad. Tras un largo abandono mi amigo la ocupó casi en ruinas y edificó sobre ella su ansiada independencia. Amigos y vecinos lo ayudaron a limpiar los sótanos, apuntalar paredes y desaparecer los escombros. Había nacido una extraña comunidad de fotógrafos, actores, anarquistas trashumantes y estudiantes necesitados de un techo. Pero a la primera de bastos una flecha envenenada invadió la verde mansión y los centauros de la muerte se apropiaron de la casa. Seres belicosos y pendencieros, amantes de la lucha armada instalaron aquí sus cuarteles, e hicieron del desenfreno y la violencia su modo de vida. Peligrosa mezcla. Tal es la naturaleza de los centauros que terminaron enceguecidos por acercarse demasiado al sol.

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