Westphalen y las insulas extrañas
Huraño y cálido a la vez, Emilio Adolfo Westphalen paseó por Barranco hasta en sus últimos días. Vivió en el Hotel Génova de muchacho y más tarde al pie del acantilado, en una casa que mandó construir en el malecón con un gran estudio para ver el mar. De sus “Insulas Extrañas”, extraemos un breve fragmento:
El mar acerca su amor
Teme la rosa el pie la piel
El mar aleja su amor
El mar
Cuantas barcas
Las olas dicen amor
La niebla otra vez otra barca
Los remos el amor no se mueve
Sabe cerrar los ojos dormir el aire no los ojos
La ola alcanza los ojos
Calma tardanza el cielo
O los ojos