Mi hermano Hernando
Hernando Núñez fue poeta, antropólogo, y pintor. Escribió desde muy joven, leyó con obsesión y pintaba como los dioses. Luego fue cercano discípulo de José María Arguedas y lo acompañó en muchos viajes por el Perú. En esos peregrinajes recogió mitos, aprendió quechua y cantó huaynos. También fue un activo fundador de “la casa de la poesía” ubicada a pocos metros del puente de los suspiros. Allí se reunían Javier Heraud, César Calvo, Cisneros y algunos más. Era la época de Sartre y Camus, de ideales fortísimos, y pasiones rojas. Los poetas y los artistas iban urdiendo el cambio del mundo. Testimonio de ello son estos versos de Hernando:
La instalación de un telar nuevo
Se paran los palos y se anudan
Se instala el telar como un atardecer
Rojo o sonrosado
O como un muro nuevo.
El telar pellizca la tela
Se le ve vibrar sus ondas
Anochecen peces rojos y
Las cubiertas azules
-prácticamente todo es una alforja
Un manto al revés
Una frazada en una sábana que pesa
Cubierta en gris o un gigante
Agazapado que se eleva.
(tomado de “El sello de la luna”, Ediciones Verso Libre. Lima, 1986)