La amistad solo puede nacer de la virtud. Platón, en el diálogo de Lisis Vivíamos en la misma calle y no lo sabíamos. Yo pasaba diariamente por su puerta rumbo al paradero y siempre me preguntaba quién sería ese muchacho flaco y de ojos azules que regaba aquel jardín. Con los días el cosmos encontró una nueva ordenación, y los acontecimientos se confabularon. La azarosa sincronicidad de los hechos de la que hablaba Karl Jung. Lo cierto es que revisando papeles en mi oficina me encontré un boletín, con noticias y artículos sobre el panorama de los barrios de Lima. Había entrevistas, comunicados, fotos, y una suerte de columna de opinión. La hojeé. Era austera, pero se dejaba leer, cosa rara en las publicaciones de este tipo. La dirigía un personaje con nombre sugerente. ¿Quién es Paul Maquet? pregunté al aire en la oficina. Es tu vecino, me respondió el jefe del proyecto. Vive en tu misma calle, y está casado con una de las numerosas hermanas Valdeavellano, que valgan verdad...
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La niña y la lámpara azul
Acrílico sobre tela/ 30 x 40 cm. / vendido JO
José María Eguren cultivaba a la vez la poesía, la acuarela y la fotografía. En algunas ocasiones, premunido de una diminuta maquina de fotos construida por el mismo dentro de una caja de fósforos, salía de su casa de la plazuela de San Francisco y capturaba una flor, una niña, o el aroma de la tarde. Luego volvía a su casa y se entregaba largas horas a revelar el pequeño negativo y ha traspasar la imagen al papel. Cómo él mismo decía, vivía “ cercando el misterio de las palabras y de las cosas que nos rodean " .
La Niña de la Lámpara Azul
En el pasadizo nebuloso cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa, y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa en fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cá...
Martín Adán y la casa de cartón
Acrílico sobre tela / 50 x 35 cm / vendido CS Un muchacho de 16 años salía de su casa de la calle Sanchez Carrión todas las mañanas, rumbo al tranvía que lo llevaría al Colegio Alemán. Nadie por entonces sabía que aquel colegial estaba escribiendo la primera novela moderna de nuestra literatura. Nunca olvidaré cómo me impresionó, adolescente todavía, esta línea de La casa de cartón: “Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras”. Hoy la casa donde vivió Martín Adán es ocupada por una discoteca del boulevard, que ha alterado sustantivamente su fachada. Ya ha principiado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va a hendirse en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno, cosa del alma, soplos del mar, garúas de viaje en bote de un muelle a otro, aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado…Ahora hay que ir al colegio con frío en las manos. El desayuno es una bola caliente en el estóm...